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lunes, agosto 30, 2010

Carpe Diem. Te apuntas?


"Un asteroide o cometa que viajase a velocidades cósmicas entraría en la atmósfera terrestre a tal velocidad que el aire no podría quitarse de en medio debajo de él y resultaría comprimido como en un bombín de bicicleta. Como sabe cualquiera que lo haya usado, el aire comprimido se calienta muy deprisa y la temperatura se elevaría debajo de él hasta llegar a unos 60.000 grados Kelvin o diez veces la temperatura de la superficie del Sol. En ese instante de la llegada del meteorito a la atmósfera, todo lo que estuviese en su trayectoria (personas, coches, casas, fábricas) se arrugaría y se esfumaría como papel de celofán puesto al fuego.

Un segundo después de entrar en la atmósfera, el meteorito chocaría con la superficie terrestre, allí donde la gente habría estado un momento antes dedicada a sus cosas. El meteorito propiamente dicho se evaporaría instantáneamente, pero la explosión haría estallar mil kilómetros cúbicos de roca, tierra y gases supercalentados. Todos los seres vivos en 250 Km a la redonda a los que no hubiese liquidado el calor generado por la entrada del meteorito en la atmósfera perecerían entonces con la explosión. Se produciría una onda de choque inicial que irradiaría hacia fuera y se lo llevaría todo por delante a una velocidad que sería casi la de la luz.

Para quienes estuviesen fuera de la zona inmediata de devastación, el primer anuncio de la catástrofe sería un fogonazo de luz cegadora (el más brillante que puedan haber visto ojos humanos) seguido de un instante a un minuto o dos después por una visión apocalíptica de majestuosidad inimaginable: una pared rodante de oscuridad que llegaría hasta el cielo y que llenaría todo el campo de visión desplazándose a miles de kilómetros por hora. Se aproximaría en un silencio hechizante, porque se movería mucho más deprisa que la velocidad del sonido.

Al cabo de unos minutos, en un área que abarcaría el Medio Oeste de Estados Unidos, casi todo lo que se alzase del suelo habría quedado aplanado o estaría ardiendo, y casi todos los seres vivos habrían muerto. A los que se hallasen a una distancia de hasta 1.500 km los derribaría y aplastaría o cortaría en rodajas una ventisca de proyectiles voladores. Después de esos 1.500 km iría disminuyendo gradualmente la devastación.
Pero eso no es más que la onda de choque inicial. Sólo se pueden hacer conjeturas sobre los daños relacionados, que serían sin duda contundentes y globales. El impacto desencadenaría casi con seguridad una serie de terremotos devastadores. Empezarían a retumbar y a vomitar los volcanes por todo el planeta. Surgirían maremotos que se lanzarían a arrasar las costas lejanas. Al cabo de una hora, una nube de oscuridad cubriría toda la Tierra y caerían por todas partes rocas ardientes y otros desechos, haciendo arder en llamas gran parte del planeta. Se ha calculado que al final del primer día habrían muerto al menos mil quinientos millones de personas. Las enormes perturbaciones que se producirían en la ionosfera destruirían en todas partes los sistemas de comunicación, con lo que los supervivientes no tendrían ni idea de lo que estaba pasando en otros lugares y no sabrían a donde ir. No importaría mucho. Como ha dicho un comentarista, huir significaría ‘elegir una muerte lenta en vez de una rápida. El número de víctimas variaría muy poco por cualquier tentativa plausible de reubicación, porque disminuiría universalmente la capacidad de la Tierra para sustentar vida’.

La cantidad de hollín y de ceniza flotante que producirían el impacto y los fuegos siguientes taparía el Sol sin duda durante varios meses, puede que durante varios años, lo que afectaría a los ciclos de crecimiento. Investigadores del Instituto Tecnológico de California analizaron, en el año 2001, isótopos de helio de sedimentos dejados por el impacto posterior del KT y llegaron a la conclusión de que afectó al clima de la Tierra durante unos diez mil años. Sólo podemos hacer conjeturas sobre cómo sobrellevaría la humanidad un acontecimiento semejante, o si lo haría. Y el hecho se produciría con toda probabilidad sin previo aviso, de pronto, como caído del cielo.

Pero supongamos que viésemos llegar el objeto. ¿Qué haríamos? Todo el mundo se imagina que enviaríamos una ojiva nuclear y lo haríamos estallar en pedazos. Pero se plantean algunos problemas en relación con esa idea. Primero, nuestros misiles no están diseñados para operar en el espacio. No poseen el empuje necesario para vencer la gravedad de la Tierra y, aún en el caso de que lo hiciesen, no hay ningún mecanismo para guiarlos a lo largo de las decenas de millones de kilómetros del espacio. Hay aún menos posibilidades de que consiguiésemos enviar una nave tripulada con vaqueros espaciales para que hiciesen el trabajo por nosotros, como en la película Armaggedon; no disponemos ya de un cohete con potencia suficiente para enviar seres humanos ni siquiera hasta la Luna. Al último que tenía, el Saturno 5, lo jubilaron hace años y no lo ha reemplazado ningún otro. Ni tampoco podría construirse rápidamente uno nuevo porque, aunque parezca increíble, los planos de las lanzaderas Saturno se destruyeron en una limpieza general de la NASA.



Incluso en el caso de que consiguiéramos de algún modo lanzar una ojiva nuclear contra el asteroide y hacerlo pedazos, lo más probable es que sólo lo convirtiésemos en una sucesión de rocas que caerían sobre nosotros una tras otra como el cometa Shoemaker –Levy 9 sobre Júpiter… Pero con la diferencia de que las rocas se habrían hecho intensamente radiactivas. Tom Gehrels, un cazador de asteroides de la Universidad de Arizona, cree que ni siquiera un aviso con un año de antelación sería suficiente para una actuación adecuada. Pero lo más probable es que no viésemos el objeto -ni aunque se tratase de un cometa- hasta que estuviese a unos seis meses de distancia, lo que sería con mucho demasiado tarde. Shoemaker-Levy 9 había estado orbitando Júpiter de una forma bastante notoria desde 1929, pero pasó medio siglo antes de que alguien se diese cuenta.



Como estas cosas son tan difíciles de calcular y los cálculos han de incluir necesariamente un margen de error significativo, aunque supiésemos que se dirigía hacia nosotros un objeto, no sabríamos casi hasta el final (el último par de semanas, más o menos) si la colisión sería segura. Durante la mayor parte del periodo de aproximación del objeto viviríamos en una especie de cono de incertidumbre. Esos pocos meses serían sin duda, los más interesantes de la historia del mundo. E imagínate la fiesta si pasase de largo". (Una breve historia de casi todo - Bill Bryson)



¿Con qué frecuencia se produce un impacto así? A una media aproximada de una vez cada millón de años. Pero, ¿a que te ha hecho reflexionar?
No hace falta que diga nada. Viva la vida, y vive tu propia vida. Ahora. Haz el amor y no la guerra. Sé feliz cual perdiz. Y que sea contagioso. Baila como si nadie estuviera mirando. Y que te quiten lo bailao. Un reloj parado da la hora exacta dos veces al día. Arrepiéntete sólo de las locuras que no cometas. Tempus Fugit. Hoy es el primer día del resto de tu vida. Memento Vivere. Carpe Diem, carpe horam, quam minimum credula postero.



Rach.